REFLEXIONES Y VIVENCIAS DE UN OBSERVADOR RURAL

Manuel Fernández López, nacido el 3 de marzo de 1934 en la aldea de Arroxiña, en el municipio de Navia de Suarna, es un octogenario de 83 años que trabajó como voluntario en cinco de los siete campos de trabajo internacional organizados por la Asociación Castaño y Nogal y fue monitor de los talleres de elaboración artesana de pan en los siete celebrados, al que aprecian los asociados y voluntarios que pasaron por Quintá de Cancelada, personalidades y alumnos de un máster forestal.

Manuel se libró de la mili por ser el único hijo y estar sus padres enfermos. Vivió y desarrolló toda su vida como agricultor, ganadero, pastor y observador de la naturaleza, plantas, flores, el paisaje y la evolución de las condiciones de la vida rural de la montaña lucense, en el entorno de Os Ancares, primero en Arroxiña y luego en Buisán. Es por tanto un octogenario graduado en la dura universidad de la vida rural, que ahora enseña el saber acumulado a graduados, doctores y profesores y hasta guía de la Ruta Quintá-Río Donsal con ocasión de visitas ilustres.

Es noticia por lo reseñado en los párrafos que anteceden, por haber salido bien de dos intervenciones quirúrgicas, por volver a estar con ánimo para participar en el próximo campo de trabajo, por ser un hombre de su tiempo, por su integración intergeneracional con los voluntarios de cuatro continentes y su cercanía a jóvenes y mayores.

Manuel Fernández se ganó por tanto el mérito y la consideración del equipo de redacción de los sitios Web y de FB para ser el que inaugure esta sección de “A LAREIRA”, a cuyo fin mantuvimos una larga conversación, de la que extractamos una muestra de sus recuerdos, reflexiones y opiniones sobre temas de actualidad, problemas del pasado y del presente, con un hombre sabio y humilde, observador, cercano y joven, por lo que fue distinguido como socio Emérito de CyN.

Manuel, nuestro entrevistado, delante de la parra y huerto de su casa de Buisán, recién llegado del hospital

Cambio climático

Considera que estamos ante un cambio climático claro. Ahora, las estaciones del año no tienen la climatología propia de cada estación del año. Ahora tenemos primavera en marzo y heladas en finales de abril o mayo.

 

Menos fruta

Ahora hay menos fruta que antes por culpa del cambio climático, porque las estaciones no vienen en su tiempo. Las manzanas eran más grandes que ahora. Ahora hay pocas por todo eso.

 

Cuidado de los árboles

Antes se podaban los árboles y se limpiaban los sotos todos los años y se labraba en las fincas del entorno.

Manuel Fernández, Julio López y Antonio Álvarez, en Arroxiña (en la Ruta), en las inmediaciones de su 1ª casa

 

Plagas

Cuando yo era niño, no había plagas y no se usaban pesticidas, como se hace ahora con las patatas y otros productos agrícolas y hortofrutícolas, viñedos incluido.

 

Incendios

Cuando era joven no había incendios porque el ganado se pastoreaba pos los montes, labranzas y prados y se limpiaban los sotos de castaños y robles. No había plantaciones de pinos ni de eucaliptos (que son gasolina para el fuego). Solo había castaños de muchos años, robles, abedules, fresnos, amieiros y árboles frutales, que no arden fácilmente. ¡El ganado lo limpiaba todo!

 

Convivencia rural

Antes había matrimonios en casas de Cancelada con hasta 7-10 hijos. Había diversión, convivencia en las aldeas. Se hablaba mucha en las casas, entre las familias y con los vecinos en las largas noches de invierno. Se hacían trabajos en cooperación como la siega o la malla y otras labores rurales.

 

Tertulias junto a “la lareira”

Antes había tertulias nocturnas, después del ordeño y de la cena, entorno al fuego de las “lareiras” o cocinas de leña, con bancos de madera alrededor y llama y brasa de leña seca, con la pota colgada en la garmalleira, en las que se jugaba a las cartas y se comentaban cuentos y vivencias, incluso hechos relacionados con la pasada guerra civil española, de los que estaban en Cuba, Argentina o en Suiza, de ferias, pleitos y cortejo de jóvenes.

Manuel delante del horno de leña de Casa do Palacio de Buisán, lugar de coción del pan artesano y talleres de pan CTI

 

Mucho frío

Antes la gente pasaba mucho frío en las casas, pastoreando o trabajando fuera de casa en invierno y primavaera. Las casas no tenían aislamiento y la calefacción era la lareira y el ganado en la parte baja de las casas <cuadras> o zonas contiguas de las pallozas.

 

Mes de Escuela y trabajo rural

A la escuela se iba dos meses en invierno. Luego venía el trabajo y había que ir con los animales de pastor, así como a limpiar presas, cavar, arar, limpiar prados y labranzas, abonar, sembrar y arar, reconstruir paredes y presas, ouriceiras, rehabilitar caminos de carro, entre otras labores rurales y comunales.

 

Caminos de carro, conexión y suministros

Hasta que fui mayor, por comienzos de los años 80 del siglo pasado, en Cancelada no había carreteras ni pistas, ni coches en las casas. Solo había tractor en alguna casa. Había que ir desde A Cortella, Buisán y Quintá a Cabana de Cervantes por un tortuoso sendero o camino de carro, que enlazaba con la carretera de Becerreá a Navia de Suarna.

 

En Cabana en la LU 722, se cogía el coche de línea a Becerreá, Lugo y Navia. A este lugar se iba a buscar con carros tirados por bueyes o vacas materiales y suministros para las casas y cantinas, como por ejemplo, el mineral para abonar las tierras, vino, cebada, trigo, cerveza, conservas, pimiento, etc.

 

Traslado de personas, en riesgo

Hasta que llegaron las pistas de tierra y luego asfaltadas, había que trasladar a los accidentados o personas muy enfermos que no podían subir a un caballo en un somier de cama desde las aldeas a Cabana de Cervantes, para llevarlos al médico o al hospital, entre personas que se turnaban por los caminos o “corredoiras” con roderas y desniveles que hacían que el peso lo soportaran uno o dos de los cuatro.

Manuel, segundo por la izquierda en una rueda de prensa con directivos y voluntarios en Lugo

 

Aprecio de/a los Voluntarios

Manuel guarda gratos recuerdos los voluntarios-rias que pasaron por los campos de trabajo de Castaño y Nogal, con los que trabajó y a los que enseñó a rozar, rastrillar, podar, cocer el pan, mostrar y apreciar la naturaleza, las flores y los pájaros. Me querían y yo a ellos. Algunos no entendían el español ni el gallego. Yo tampoco a ellos, pero ¡aprendían rápido!

 

Recuerda con especial aprecio a Laura de Madrid, a Robert de Berlín y otros, así como a Koldo de San Sebastián, distinguido como Barón de Cancelada.

 

Antonio Álvarez González, presidente CyN