EL SENDERO QUE ENSEÑA A LEER EL BOSQUE

EL SENDERO QUE ENSEÑA A LEER EL BOSQUE

Hablar del Sendero Quintá–Río Donsal (PR-G 159) es hablar de una escuela sin paredes, donde la naturaleza enseña y el paisaje se convierte en libro.

Un maestro rural podría comenzar así su lección:

“Niños y niñas, abrid los ojos y escuchad. Todo cuanto veis —los muros de piedra, los castaños, los ríos Donsal y Navia, los castros, los molinos, las huellas del tiempo— forma parte de vuestra herencia y también de vuestro futuro. Este lugar, igual que vuestra escuela o vuestro hogar, necesita cuidado, respeto y gratitud.”
El sendero, corazón verde de Os Ancares Lucenses, recorre 18,2 kilómetros de lomas, valles y montes que fueron escuela, refugio y camino de vida de quienes nos precedieron.

Su longitud triplica la media nacional de los Senderos Azules (6,58 km) y supera la media gallega (7,16 km). Pero no es cuestión de tamaño, sino de equilibrio: cada tramo enseña una lección de armonía entre cultura y naturaleza.

Más del setenta por ciento del recorrido transcurre bajo sombra.
Castaños, robles, abedules, fresnos, amieiros y alisos acompañan al caminante y al río. Ningún otro sendero combina con tanta pureza la frescura del bosque atlántico, el canto del agua y el silencio del musgo.

Ese musgo, junto a líquenes y helechos, actúa como termómetro biológico que mide la salud del aire y la pureza del ecosistema. Cubre muros y troncos como un manto que respira, mientras el rumor del viento y del agua compone una sinfonía cambiante, distinta en cada estación.

Aquí habitan líquenes centenarios, flores silvestres, mirlos, corzos, jinetas, ranas y abejas.

El bosque se escucha antes de verse.Y entre los balados —muros de piedra seca—, las ouriceiras que guardaban las castañas, los molinos y las antiguas minicentrales, late un museo vivo del tiempo.

El sendero es un libro de ciencias escrito con raíces, hojas y agua.

El paisaje cambia, pero el alma permanece.

En primavera canta, en verano cobija, en otoño respira oro y en invierno se recoge para renacer. Es un santuario natural donde conviven biodiversidad y memoria; donde permanecen los que nunca se fueron y regresan quienes buscan raíces, sosiego o sentido.

Por eso su candidatura a Sendero Azul 2026, presentada ante ADEAC–FEE, no busca competir, sino compartir una verdad: la de un camino interior, humilde y sincero, nacido del amor al territorio y del esfuerzo colectivo.

El Donsal y Quintá no son solo un sendero:
son un aforo de especies en armonía,
una poesía en movimiento,
una lección viva de ciencias naturales y cultura rural.

Una escuela sin techo que sigue enseñando a leer la vida a quien sabe mirar el bosque con ojos limpios.

Este fin de semana, informáticos de A Coruña y allegados volverán a recorrer la ruta: a oxigenarse, a dejarse radiografiar por el musgo y el liquen, a escuchar el pulso del Donsal entre los castaños y las ouriceiras que aún guardan la memoria del bosque… y de aquellas viejas escuelas rurales donde el pizarrín enseñaba a pensar.

Hoy, ese mismo espíritu inspira a nuevas generaciones que programan, crean y buscan soluciones digitales mirando —una vez más— a la naturaleza.