Hemeroteca del mes julio 2025

“La transparencia del presupuesto no es solo una exigencia técnica, sino una condición esencial de la democracia. Allí donde hay oscuridad contable, hay déficit político.”


Juan Velarde Fuertes (1927–2023), catedrático de Hacienda Pública

Galicia arde en silencio entre partidas opacas, notas de prensa sin ejecución acreditada y presupuestos que simulan más de lo que previenen. En 2025, como ya sucedió en 2024, la Xunta de Galicia reincide en una práctica institucional que aparenta simulación presupuestaria, vulnerando los principios de transparencia, claridad y rendición de cuentas establecidos en la Ley 19/2013, de Transparencia, y en la normativa presupuestaria de la Unión Europea.

Frente al liderazgo trágico de Galicia en materia de incendios forestales —por superficie quemada, gasto por hectárea, daño ecológico y número de víctimas de incendios forestales: 49 en España y Portugal en 2017, 4 de ellos en Galicia—, no existe información consolidada ni trazable sobre el destino real de los fondos públicos anunciados para prevención y extinción. Los 224 millones de euros publicitados no cuentan con respaldo documental verificable. Lo que hay es dispersión contable, opacidad estructural y una preocupante falta de trazabilidad operativa y territorial.

La investigación comparada realizada por la Asociación Castaño y Nogal (CyN), con base en fuentes oficiales de la UE, Francia, España y Galicia, confirma esta simulación prolongada que convierte la política forestal en un dispositivo reactivo, post mortem, alejado de cualquier planificación integrada o urbanismo de prevención.

Las infografías que acompañan este comentario editorial ofrecen al lector un análisis y diagnóstico visual contrastado del problema de fondo de la prevención y de la forma en que Galicia afronta la lucha contra los incendios forestales, que culmina con una infografía que refuerza -una vez más- el mensaje de que la misma comienza con selección de especies y prevención real y ordenada los 365 días del año.

Como en la medicina, el medio ambiente gallego necesita análisis rigurosos, escáneres, diagnósticos certeros y cirugía real. No se puede seguir aplicando sueros diluidos cuando el bosque sangra por dentro. La prevención exige precisión, alma y voluntad política. Sin eso, todo vuelve a arder.

Comentarios Comentarios desactivados en OPACIDAD PRESUPUESTARIA Y PREVENCIÓN DE INCENDIOS EN GALICIA (2025)

Desde el archivo vegetal del río Donsal, donde el musgo aún retiene humedad de los días sin fuego, damos fe notarial de lo que las cifras, los mapas y los satélites no pueden silenciar: el monte arde allí donde no se ha prevenido, no se ha prevenido allí donde no se ha querido, y no se planifica allí donde se ocultan los verdaderos problemas.

Julio de 2025 ha marcado un punto de inflexión. Las publicaciones de CyN sobre incendios forestales, la inexistencia o ineficacia estructural de las labores de prevención, y la extensión sin control de plantaciones de especies pirófitas como el eucalipto o el pino, han sido leídas, replicadas y valoradas por investigadores, universidades, brigadas forestales, instituciones extranjeras, agencias de la UE, medios especializados y ciudadanos anónimos que aman el monte y lo defienden.

No pedimos nada. Denunciamos. Y esa denuncia ya no es local. Ha cruzado fronteras, continentes, ministerios y organismos internacionales.

Nos atrevimos a mostrar lo que durante años se evitó siquiera nombrar: la relación directa entre la falta de prevención efectiva y la devastación forestal por el fuego.
Hicimos lo que otros no hicieron o no quisieron hacer: ilustrarlo con datos públicos, fuentes oficiales, mapas europeos, normas vigentes y contradicciones presupuestarias.

Señalamos el desvío, la inercia institucional, la ocupación errática de brigadas, y el uso decorativo de partidas que figuran como prevención, pero que no limpian, no desbrozan, no coordinan, no planifican y no cooperan con los residentes rurales. Hoy lo decimos en voz alta, con alma y con imágenes:

Sin un plan, no hay prevención. Sin prevención, todo arde. Y la prevención medioambiental debe ser real, pública, diaria, 365 días al año.

Por eso publicamos la infografía “Genética del Fuego (vista en voz alta)”, que es también la genética de la prevención forestal inteligente, del futuro rural que aún es posible si se protege con rigor, comenzando por conocer su clíonica para un diagnóstico de supervivencia.

Las preguntas que plantea no son retóricas. Son interpelaciones directas a los responsables públicos, a propietarios de monte, a planificadores, a técnicos, a comunidades y comarcas:

• ¿Dónde plantar?
• ¿Qué plantar?
• ¿Quién limpia, cuándo y cómo?
• ¿Desbrozar es un acto puntual o un compromiso anual?
• ¿Por qué no hay prevención 365?
• ¿Qué hacen durante meses enteros las brigadas de monte, y los días que llueve?
• ¿Dónde está la coordinación comarcal? ¿Dónde la implicación real de los propietarios con los distritos forestales?

“Las comunidades autónomas deberán garantizar una red de infraestructuras de prevención de incendios forestales adecuadas, funcionales y mantenidas.”
— Ley 43/2003, de Montes, art. 48.1

“Los titulares de terrenos forestales están obligados a mantenerlos en condiciones que permitan prevenir incendios.”
— Ley 3/2007, de prevención y defensa contra incendios forestales de Galicia, art. 21

Pero cada año se repite la misma escena: Presupuestos aprobados, cuadrillas activadas, titulares satisfechos… y el monte igual: sucio, abandonado, sin cortafuegos, sin zonas de refugio, sin prevención efectiva. Lo que no se cuida en invierno, se quema en verano.

Regiones como Occitania o Córcega trabajan desde hace décadas con zonificación, silvicultura preventiva, pastoreo y gobernanza local, y muestran resultados: menos incendios, menos gasto, más paisaje vivo. En España, la Comunidad Valenciana ha demostrado que la prevención concertada, con planes comarcales y participación ciudadana, es técnica, viable y rentable.

CyN ha dicho la verdad. Y esa verdad ya no está sola.

Las publicaciones con más interacción –“Galicia arde por dentro”, “Cuando el bosque calla, la ceniza grita”, “La prevención que no se ve, es la que se quema”– han llegado a universidades, foros internacionales, despachos europeos, fiscalías ambientales y archivos de organizaciones internacionales.

Nos escriben desde Alemania, Portugal, Argentina y Bruselas. Nos leen desde Barcelona, Estrasburgo, Santiago. Nos dicen: “Seguimos a CyN porque habla con datos, con alma y sin miedo.” La bomba está servida. Y no la activamos nosotros.
La carga son los años acumulados de un sistema que disfraza reacción de prevención, propaganda de gestión y silencio de complicidad.

CyN no apagará su voz. No busca favores ni contratos ni ayudas. No transige ni encubre. Defiende Galicia, su monte, sus aldeas, su patrimonio forestal, su paisaje, su verdad, su tesoro natural y diferenciado. Su gente. La que mira al horizonte y no quiere ser cómplice de la incineranción de la esperanza para quienes viven en el presente y generaciones venideras.

Es obvio que el silencio nunca ha prevenido ni apagado un incendio, ni construido ni limpiado un sendero, como hizo CyN. Y porque la prevención que no se practica, es la que arde.

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La sociedad gallega no puede seguir pagando incendios evitables con patrimonio, vidas, impuestos y paisaje.

Galicia ha destinado más de 182 millones de euros en cinco años a combatir incendios forestales, pero no hay datos verificables que acrediten resultados. Las brigadas están infrautilizadas, los registros son opacos y la prevención apenas se ejecuta. Castaño y Nogal denuncia esta crisis de gobernanza forestal y propone una transformación del modelo vigente, con planificación, transparencia y vocación de servicio público.

Galicia arde cada verano, no por el clima, sino por la inacción institucional. Entre 2020 y 2024 se han destinado más de 182 millones de euros a la prevención y extinción de incendios. Sin embargo, lejos de frenarse, el número de fuegos ha crecido: de 470 en 2020 a una proyección de 575 en 2024. Se invierte más, pero se quema más. Algo falla, al margen del aumento de las temperaturas.

Los datos difundidos por la Xunta sobre las labores de prevención no son creíbles ni verificables. Solo en 8 de los 19 distritos forestales aparecen referencias a tareas concretas, muchas veces presentadas como “desbroces” cuando en realidad se trata de quemas controladas, mal documentadas. No se informa del lugar, los medios utilizados ni los resultados. La falta de transparencia es tan grave como la ausencia de planificación. Sin información fiable, no hay control ciudadano ni institucional posible.

Las brigadas de prevención, dependientes de los 19 distritos, deberían estar operativas todo el año. Pero se activan únicamente en verano, sin formación continuada, sin entrenamientos técnicos, en condiciones precarias. Se refuerzan con contrataciones temporales y medios aéreos sin evaluación ni control. Se conforman cuadrillas mal dotadas, sin hoja de ruta, sin continuidad. Galicia cuenta con profesionales, vehículos y maquinaria, pero carece de una estrategia preventiva coherente, escalonada y territorialmente priorizada.

Esta situación vulnera la Ley gallega 3/2007, la Ley 1/2016 de transparencia y la Ley estatal 19/2013. El modelo no reduce el riesgo: lo consolida. No hay evaluación de resultados, ni zonificación forestal, ni protocolos ajustados a la interfaz urbano-forestal. No hay estrategia.

El problema es estructural. Se sigue priorizando apagar fuegos en lugar de evitarlos. Se multa a propietarios por no limpiar, incluso cuando desbrozan correctamente zonas sensibles, pero no se les ofrece apoyo técnico ni acompañamiento. Se gasta en publicidad institucional, pero no se ejecutan tareas efectivas. Se incrementa el presupuesto anual, pero no se ve ni una hectárea más limpia ni menos incendios en áreas críticas: cerca de pueblos, espacios protegidos o rutas naturales.

Esta lógica debe invertirse. La prevención debe ser un servicio público permanente. Galicia necesita coordinación interadministrativa, control parlamentario, planificación participativa con universidades, biólogos, ingenieros y comunidades rurales. Urge diseñar e implantar un plan de especies forestales adaptado a la realidad climática, orografía y riesgo de propagación, con criterios de interés general y viabilidad ecosocial.

No podemos seguir dejando que nuestros montes sean un polvorín sin gestión. El abandono rural, la acumulación de biomasa y la falta de acción preventiva son el caldo de cultivo de los grandes incendios. Como recordaba Arne Næss, “la protección de la naturaleza no puede esperar a tener razones económicas: es una responsabilidad ética ineludible”.

Castaño y Nogal propone soluciones concretas: diagnóstico zonal, redefinición de funciones de las brigadas, trabajo preventivo todo el año, y una red estable de colaboración con las comunidades del entorno. Hay que restaurar el vínculo entre el territorio, quienes lo habitan y quienes lo gestionan.

Por ello, como sociedad civil comprometida con el rural, el patrimonio natural y cultural y la biodiversidad, CyN exige a las autoridades —europeas, estatales y gallegas— la elaboración urgente de un nuevo plan de prevención y reforestación responsable. Uno que garantice eficacia, equidad, transparencia y resiliencia ecológica, económica y cultural.

La sociedad gallega, al igual que la europea, y la generalidad de los contribuyentes, no pueden seguir pagando incendios evitables con patrimonio, vidas, impuestos y paisaje. Es el momento de decidir si queremos seguir ardiendo… o empezar a cuidar lo que aún se puede salvar.

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Cada verano, miles de hectáreas arden en Galicia, Castilla y León, Andalucía, Cataluña, el Valencia y el sur de Francia. Aunque se aluda al cambio climático, la causa principal es otra: la ausencia de planificación forestal territorial y la continuidad de un modelo basado en monocultivos intensivos, sin diversificación, prevención ni control.

Los datos son elocuentes: la mayor parte de los grandes incendios se originan en zonas forestales sin ordenación previa, con continuidad de combustible, pendientes pronunciadas y acceso limitado. Estos factores, combinados con la proliferación de especies pirófitas (que resisten a la presencia del fuego), convierten cada verano en una tragedia anunciada.

Desde CyN denunciamos esta falta de racionalidad técnica y legal. En ningún otro ámbito se permite ocupar el 100 % del suelo sin evaluar accesos, pendiente, continuidad del combustible, proximidad a viviendas o dotaciones hídricas para extinción. Lo que sería inadmisible en urbanismo —levantar barrios sin calles, sin zonas verdes ni reservas públicas— sigue hoy permitido en nuestros montes y entornos rurales.

La falta de planificación forestal no es un olvido: es una forma institucionalizada de negligencia con consecuencias humanas, ecológicas y económicas.

Urbanismo forestal: principios de una estrategia preventiva

Desde CyN proponemos una reforma inspirada en el planeamiento urbanístico, integrado y responsable, ya vigente en Europa, que incluya:

  • Prohibición de plantaciones monoespecíficas continuas al 100 %.

  • Reservas obligatorias de cortafuegos y corredores ecológicos.

  • Diversificación de especies autóctonas y baja carga pirófila.

  • Distancias mínimas: 300 m a viviendas, 1 km a núcleos rurales.

  • Seguro obligatorio de responsabilidad civil y ambiental.

  • Mantenimiento anual e inspección pública con capacidad sancionadora.

  • Infraestructura hidráulica permanente para medios terrestres y aéreos.

Estos principios ya se aplican en el planeamiento urbanístico, que impone cesiones obligatorias para calles, zonas verdes y equipamientos. La lógica del urbanismo debe inspirar también la ordenación del medio forestal, adaptada a su realidad ecológica y social, en dónde las administraciones públicas competentes consideren, conforme a normas de legal aplicación, aptas para plantar.

Este marco se apoya en un principio clave: la socialización del aprovechamiento del suelo forestal, incluyendo fincas privadas y montes comunales. La gestión del bosque no puede dejarse al interés individual, sino ordenarse como espacio de interés público aprovechable desde la iniciativa privada y pública. Solo así es posible compatibilizar sostenibilidad, seguridad y resiliencia rural.

La experiencia comparada muestra que donde se aplican estos principios —como en determinadas regiones de Francia o en zonas rurales del centro de Europa— el número, la extensión y el impacto de los incendios se reduce de forma sustancial. No se trata de inventar nada nuevo, sino de aplicar lo que ya funciona allí donde la política forestal se toma en serio.

Propuestas legislativas desde CyN

Para evitar más incendios devastadores y proteger la vida rural, CyN propone:

  • Ley Orgánica Estatal de Planificación Forestal Preventiva.

  • Implementar y aplicar la Directiva Europea contra incendios forestales rurales, en línea con el Acuerdo de París y el Reglamento UE 2023/1115.

  • Prohibición de especies pirófitas a <1 km de zonas habitadas.

  • Planes locales de ordenación, auditados externamente.

  • Presupuestos con trazabilidad, control técnico y eficacia comprobable.

Estas medidas deben tener rango legal y aplicación obligatoria, para que el territorio deje de depender de decisiones voluntarias o de interpretaciones administrativas. La prevención estructural no puede quedar a merced de la voluntad política coyuntural ni de obstruccionistas al desarrollo sostenible, como espacio de interés general y/o público.

No basta con recomendaciones técnicas. Es necesario dotar a las administraciones de un marco jurídico fuerte y a los territorios de instrumentos eficaces para aplicar una planificación activa, preventiva y justa, que sea plenamente operativa y controlen los parlamentos autonómicos, que también habrían de escuchar a agricultores, ganaderos apicultores y técnicos relacionados.

Epílogo desde Os Ancares

La propuesta de CyN nace del conocimiento, experiencia profesional y gestión directa de dirigentes de la asociación en el territorio y ámbito del medio ambienit6e: desde Quintá de Cancelada y la ruta del Donsal, donde el abandono se combate con resiliencia, y la selva incendiaria se puede transformar en paisaje vivo y patrimonios locales en pilar de desarrollo local, con ordenación, planificación y conciencia colectiva.

El contraste entre los paisajes bien gestionados y los arrasados por el fuego es evidente para quien camina estas tierras. Donde hay diversidad, hay humedad. Donde hay caminos conservados y agua, hay tiempo de reacción. Donde hay comunidad activa, hay contención.

Los incendios no se apagan con discursos. Se evitan con planificación, diversidad forestal, agua y control público.

Invitamos a abrir este debate sin tabúes en Galicia, España y la UE. El bosque no es solo un recurso: es parte del modelo de vida que queremos defender desde CyN.

Esta propuesta no nace desde moquetas ni desde gabinetes: nace desde Quintá de Cancelada y la ruta del Donsal, en Os Ancares lucenses, donde el abandono es rutina y la resiliencia es supervivencia.

Desde CyN invitamos a instituciones, ciudadanía y medios a abrir este debate sin tabúes en la UE, España y Galicia, El rural y el bosque merecen una política forestal digna del siglo XXI, que no hay.

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Desde las cumbres de Os Ancares y Cancelada, cuando el sol apenas roza las laderas que abrazan la ruta Quintá – Río Donsal, se escucha lo que muchos ignoran. Lo cuentan los líquenes, como encías milenarias de los árboles nobles. Lo susurran las raíces del musgo, que trepan muros y se abrazan a los troncos con la paciencia de los siglos. Galicia guarda la voz de sus paisajes antiguos. Pero esa voz, que fue coral, hoy está mercada y corre riesgo de apagarse para siempre.

El paisaje forestal gallego ha mutado profundamente. En 2023, más de 413.000 hectáreas de eucalipto y otras 422.000 de pino han ocupado el corazón de Galicia. Son especies foráneas, ajenas al ritmo de la tierra. “O noso monte é noso e fala galego”, decía Castelao. Hoy, una tercera parte de nuestros bosques habla con acento ajeno y arde con facilidad devastadora.

Entre 2013 y 2023, el eucalipto ha ganado más de 130.000 hectáreas. Lo ha hecho en silencio, disfrazado de rentabilidad y rapidez, mientras cada año una media de 27.300 hectáreas se pierde entre llamas. En 2017, ardieron 499 casas. Desde entonces, al menos 27 personas han muerto como consecuencia directa de los incendios forestales. No son cifras. Son nombres, recuerdos, proyectos de vida.


Una resonancia magnética del monte: Francia, España y Galicia en el espejo

En Francia, con una política forestal planificada y descentralizada, la proporción de eucaliptos es insignificante. En Galicia, es la norma. La superficie quemada media anual por cada 100.000 hectáreas de territorio es:

  • 31 en Francia,
  • 168 en España,
  • y 925 en Galicia.

Y sin embargo, Galicia es la que más invierte por hectárea en prevención, con cargo a los contribuyentes europeos y españoles. La paradoja es reveladora: no arde el presupuesto, arde el modelo forestal.

Como escribió Herbert Marcuse: “La libertad no consiste en escoger entre blanco y negro, sino en evitar esa imposición”. El modelo gallego no es una elección libre de los pueblos. Es el resultado de una política forestal sin planificación de futuro ni respeto por el equilibrio ecológico.

Ecos de ida y vuelta: lo que pensaban los que partieron

Cuando nuestros abuelos y bisabuelos se marchaban hacia La Habana, Buenos Aires, Caracas o Argelia, lo hacían con dolor, pero también con certeza. Dejaban un rural con carballos, castiñeiros, soutos que cuidaban, y aldeas donde el monte era refugio, alimento y símbolo de vida y supervivencia. En sus cartas desde Nueva York, Barakaldo, París, Ginebra o Barcelona, hablaban de la frescura de las carballeiras y del “olor da leña de verdade” para calentarse, cocer el pan y curar las matanzas

Hoy, muchos nietos regresan a casas heredadas y no reconocen el monte que soñaban. Donde había prado, hay monocultivo. Donde había fonte, hay maleza. Donde había sombra, hay riesgo de incendio descontrolado de especies foráneas.

Como escribió Cervantes: “El agradecido guarda el beneficio recibido, y busca la ocasión de pagarlo”. El rural gallego ha sido generoso con Galicia entera. ¿Lo hemos agradecido?

Un diagnóstico con cura: el monte también puede sanar

Este texto es una resonancia magnética clínica e informe valiente del rural gallego, comparado con España y Francia, vista desde la experiencia de quienes lo caminan, lo limpian, lo cuidan y lo protegen. No es un réquiem. Es una paloma mensajera que ha cruzado la península y los Pirineos, y ha vuelto con mensajes y datos condensados en infografías y gráficas con datos para los fieles lectores y seguidores de esta página.

Desde Castaño y Nogal no hacemos literatura ni pancarta: hacemos campo, hacemos análisis y hacemos comunidad. Porque sabemos que la conciencia ciudadana y política puede regenerar el paisaje. Porque hemos visto con nuestras propias manos que un bosque autóctono florece si se le deja respirar, poda, limpia y enseña, pues los árboles nobles y la vegetación autóctona agradecen que se les visite, recuerde y de compañía.

Prevenir es cuidar antes de que arda. Plantar bien es amar a largo plazo. Gobernar es entender que el monte no es un negocio, sino un legado.

Epílogo desde el musgo

A quienes leen desde las ciudades, desde la emigración o desde el corazón del rural: este es un mensaje de la tierra que aún quiere hablar. A las autoridades y medios: este es un diagnóstico clínico que pide tratamiento, no silencio.

Y a quienes aún dudan: mirad las cifras, mirad las fotos, mirad los árboles. Y después, elegid.

Porque donde arde el bosque, arde también la memoria y el porvenir.
Y aún estamos a tiempo. El musgo y el liquen siguen vivos en la cuenca y ruta del Donsal para seguir radiografiando la vida rural y escribir informes clínicos para que la sabia circule por troncos y ramas que darán sombra a los senderistas que nos visitan y les genere reflexión lo hecho y lo que se podría hacer en cooperación, con ética y compromisos compartidos con lo común.

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Comentario-informe de Castaño y Nogal sobre incendios forestales y prevención desde el territorio

Cada verano Galicia y buena parte de España arden. Pero el fuego no es la causa, sino el síntoma de una falta de planificación y dejadez estructural, reiterada año tras año. No hay azar en los incendios forestales: lo que hay es abandono, desconexión con el territorio, descoordinación entre administraciones —convertidas en islas de poder— y un uso ineficiente, a veces irresponsable, de los recursos públicos afectos que deberían proteger lo común y no lo hacen.

Arden montes, sierras, laderas, zonas cultivadas de cereales, pueblos, establos, pallozas y aperos… pero también arde lo que no se ve: la confianza ciudadana, la memoria de nuestros mayores, la biodiversidad, los cauces, los suelos, las raíces, la posibilidad real de vivir las especies en el rural con dignidad.

Desde la Asociación Castaño y Nogal —centinela activa del paisaje desde 2008, voz crítica y cooperante persistente en Os Ancares— alzamos -una vez más- la voz con serenidad pero sin ambigüedades: el modelo de prevención vigente ha fracasado. Administraciones con competencias como la Generalitat de Cataluña, la Xunta de Galicia y otras administraciones reaccionan tarde, solo cuando las llamas ya lo arrasan todo y ni la UME puede pararlo, cuando ya es tarde para proteger la vida vegetal, los bosques, la biodiversidad de especies y la riqueza ambiental que aún respira y genera oxígeno.

La prioridad institucional parecen ser los contratos de emergencia y el despliegue reactivo de medios aéreos, no el cuidado preventivo, planificado y comunitario del territorio.

Mientras tanto, quienes sí lo cuidamos —desbrozando caminos, entonos llenos de vida autóctona, restauramos tramos erosionados, mantenemos viva una senda homologada de 18,2 km en plena Reserva de la Biosfera— lo hacemos con obstáculos deliberados y barreras dignas de una película de terror, de ejemplos de insumisión legal, de malas prácticas y asfixia administrativa, sufriendo discriminación, sin cobertura pública, sin eco en los medios ni en las agendas institucionales. Lo hacemos con quienes nos escuchan y están dispuestos a cooperar, con herramientas propias y/o en cooperación puntual o periódica, con ética, con lo más granado de la juventud mundial comprometida con lo común. Lo hacemos sin quemar, esculpiendo viejos caminos de carro y sendas ancestrales, entornos de sendas y ouriceiras, de presas, río y regatos que ejemplo vivo de la belleza natural de un territorio que necesita ser amado y conservado, sudando la camiseta. Sin negocio. Con alma.

Hay cientos de millones de euros asignados a resiliencia, sostenibilidad y digitalización del rural. Pero los vemos pasar de largo. Y no es por casualidad.

Cada incendio sin o mal prevenido es una claudicación institucional ante intereses económicos y políticos que se benefician del fuego o de su gestión. Es una agresión al presente y una renuncia al futuro. Galicia y Cataluña, como el conjunto de España, merecen más que anuncios y comparecencias vacías: merecen y necesitan una estrategia seria, plan integral, cooperación basada en el conocimiento del territorio, en la implicación real de la sociedad civil y en el uso eficiente de los recursos disponibles. prevención en Galicia, en Cataluña, en Castilla y León, en Valencia, en Canarias. En toda España. Hay fuego… y silencio. Hay fondos… y descoordinación. Hay poder… y falta de ética pública, hay falta de prevención y de acción en el territorio. Hay falta de diagnóstico del problema y de la inacción pagada por todos los contribuyentes.

Y nos preguntamos como parte de la sociedad civil:

¿No es también una forma de corrupción la inacción y la infrautilización de recursos materiales y humanos pagados por todos los contribuyentes?

¿No lo es la falta de planificación territorial la plantación de especies foráneas, de eficiencia, de agenda pública y de control de productividad de medios materiales y humanos permanentes de brigadas de distritos forestales?

Lo que arde no es solo monte: es nuestro futuro común, el legado de generaciones y hasta cementerios (como el de la 1ª foto) donde reposan restos óseos y cenizas las generaciones que nos precedieron.

Y cada hectárea, cada árbol, cada casa, cada colmenar o establo quemado sin prevención efectiva es una derrota colectiva.

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