Así lo releí, al menos un par de veces más, en las anotaciones que me regaló Don Alfonso García, notario jubilado y escritor, al final del acto de presentación de mi primera novela Orillas de Ébano en A Coruña. Que fue notario es algo innegable pues, cada una de las hojas de su intervención, que me dejó sobre la mesa y yo recogí rápidamente sin poder dar a ese momento la atención que sin duda merecía porque firmaba la vez libros a los asistentes; las selló con su firma  llena de personalidad y marcada con una precisión que hace pensar que quizás así se firmaría todo aquello que alude a eso que llaman  ‘verdad’.

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