Hemeroteca del 16 diciembre, 2025

El 10 de diciembre de 1948, el mundo proclamó que toda persona nace “libre e igual en dignidad y derechos”.
Hoy, setenta y siete años después, esa promesa sigue rota en demasiados lugares.

En Palestina, la vida se entierra con la tierra.
En Ucrania, la guerra disuelve hogares e infancia.
En el Sahel, el hambre y la violencia sustituyen derechos fundamentales.

Pero las sombras no están solo lejos.
También habitan en pleno corazón de la Unión Europea, en España, en Galicia y en la provincia de Lugo, donde existen territorios que nunca han disfrutado de la igualdad -formalmente- proclamada.

Os Ancares lo sabe: siglos y décadas acumulados sin infraestructuras dignas, sin atención sanitaria cercana, sin transporte fiable, sin prevención real frente a los incendios, sin concentración parcelaria, sin un plan efectivo para conservar ríos, montes, pallozas, molinos, castros, patrimonio natural y memoria.
Mientras el progreso llegaba a otros lugares, aquí generaciones enteras tuvieron que marcharse antes de que los servicios básicos aparecieran. No fue emigración: fue expulsión silenciosa, acumulada a golpe de ausencia pública.

La desigualdad también se escribe cada año en los presupuestos:
fondos para la cohesión que no cohesionan, inversiones que se repiten en las capitales mientras el rural profundo sigue esperando, políticas demográficas que no ven al territorio que más sangra.

Peor aún, existe un feudalismo moderno: arbitrariedad, clientelismo, programas sin ejecutar, subvenciones aprobadas que no se pagan y silencios administrativos que castigan a quienes defienden lo común.

Quienes ocupan cargos públicos juraron cumplir la Constitución y proteger la igualdad. Ese juramento incluye asegurar educación, vivienda, cultura, sanidad, un medio ambiente sano y la dignidad de quedarse o volver sin sentirse castigado por nacer en un lugar olvidado.

Desde Castaño y Nogal, nacida al pie de los valles y caminos de Quintá de Cancelada, sabemos que los derechos humanos no son frases solemnes:
son aire limpio, agua segura, montes protegidos, memoria viva y oportunidades reales, no otorgadas como favores sino garantizadas como derechos.

Este 10 de diciembre no celebramos: reclamamos.
Para los territorios en sombra exigimos lo que nunca debió negarse:

> derechos, no dádivas;
> los que el mundo proclamó en 1948;
> los que la Constitución consagró en 1978 como exigencia del Estado;
> los que ninguna autoridad puede vulnerar con la excusa del territorio ni con la tinta de una resolución injusta.

TERRITORIOS EN SOMBRA

No hay derechos humanos
donde un niño aprende a huir antes que a leer.

No hay igualdad
donde el mapa decide quién merece futuro y quién no.

No hay justicia
cuando la montaña sostiene al país
y el país deja caer a la montaña.

En Ancares —como en Palestina, Ucrania o el Sahel—
la dignidad es aire, agua, memoria
y el derecho a no desaparecer del mapa.

Un país sin sus montañas conserva el nombre,
pero pierde el alma.

FIN

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