Ya lo decía Rosalía de Castro

«Es feliz el que soñando muere,

Desgraciado el que muere, sin soñar».

La asociación Castaño y Nogal (asociación para el impulso del desarrollo rural y medioambiental ) ha invitado a la asociación hermana Protecturi (asociación para la protección del patrimonio histórico), a compartir un sueño, una experiencia única.  Colaborar in situ en la V edición del campo de trabajo de recuperación del sendero del Río Donsal en Quintá de Cancelada (Lugo).

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Esta iniciativa surgió hace ya unos años de una devoción hecha voluntad. De una devoción por un pasado vivo. De una devoción por la integridad y el esfuerzo de los hombres y mujeres de comunidades rurales donde la belleza del entorno iba a la par con la dureza de las condiciones de vida.

Esa devoción podría haberse limitado a una experiencia personal e íntima. Sin embargo, el hijo del labrador estaba imbuido por una necesidad más allá de toda lógica, tan ilusoria como necesaria.

Una voluntad que bebe de la misma tradición que la de tantos hombres y mujeres que sabían que sólo el tesón, el esfuerzo, y el sacrificio común arrancarían de la tierra los frutos necesarios.

Tres son los factores que me gustaría destacar de esta experiencia:

● La necesidad de sensibilizar a los ciudadanos en general del papel que cumple el patrimonio cultural en nuestra sociedad.

● El sentido del voluntariado en un proyecto de estas características.

● La puesta en valor del patrimonio cultural desconocido en entornos rurales.

No hay manera más efectiva y rápida de sensibilizar sobre cualquier realidad que la propia experiencia. En este caso sintetizada por una metáfora, «Calzarse las botas».

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Recorrer el sendero del Río Donsal de Quintá de Cancelada, siguiendo los pasos de quien de niño lo deambuló como ahora lo sueña, es un regalo. Seguir el camino al compás de jóvenes, venidos de diferentes rincones del mundo, es una oportunidad.

Regalo y oportunidad son un binomio que, sin lugar a dudas, alienta la sensibilización de cualquier proyecto. Hacer de la memoria un espacio vivo y transitable como el sendero del río Donsal, no sólo no deja indemne a nadie sino que abre espacios de comunicación y comunión. Qué mejor manera de sensibilizar que compartiendo espacios, experiencias, voluntades…

La voluntad del hijo del labrador se va haciendo realidad  gracias a las chicas y chicos que voluntariamente cada año ofrecen quince días de su vida para hacer del sueño una realidad.

Cualquier proyecto de dinamización del patrimonio necesita de unos  «recursos». Muy a menudo, éstos sólo se perciben en su dimensión económica. La tan traída y llevada crisis, con la disminución de las ayudas públicas y privadas, ha hecho que multitud de proyectos peligren, cuando no fenezcan.

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Este hándicap puede ser superado activando otros modelos de gestión basados en los principios del voluntariado. Específicamente, en el ámbito del voluntariado cultural, destacaría una serie de factores que pueden permitir la continuidad de las propuestas: la interdependencia,  la cooperación,  el desarrollo, el altruismo y la difusión cultural.

En este caso concreto, doy fe de la labor que los jóvenes que integran el equipo de voluntariado de la V edición del campo de trabajo de Castaño y Nogal. Resulta encomiable que dejen aparcadas actividades de esas que habitualmente se consideran propias de las épocas estivales por un deseo de nuevas experiencias.

¿Qué lleva a un grupo de jóvenes cualificados intelectual y profesionalmente,  de diferentes culturas y procedencias, «a renunciar» a unos días de asueto lúdico por empuñar la hoz, la desbrozadora, el rastrillo, etc..?.

Quizás esta pregunta tenga diferentes respuestas en función del momento en el que se formule. Ahora, apenas a dos días de la finalización de la experiencia, estoy convencido de que los matices enriquecen las respuestas, como enriquecedoras están siendo las vivencias.

La interdependencia nos hace ver la necesidad de cooperar para alcanzar desarrollos que, individualmente, serían francamente difíciles. El consecuente altruismo nos pone en condiciones de valorar lo que cada cultura local tiene de universal.

No quiero dejar pasar la oportunidad de manifestar mi gratitud a estos jóvenes voluntarios que estos días trabajan duramente en la recuperación de un patrimonio rural y medioambiental, como el del sendero del Río Donsal.

Recuperar es poner en valor una parte de la historia de una comunidad. Recuperar es visibilizar aspectos de la vida y de las costumbres de nuestros ancestros, que quizá nuestra miopía,  nos hace obviar. Recuperar es recobrar una sabiduría apegada a la tierra. Una mirada que quizás nos pueda dar pistas de nuevas prácticas enraizadas en la tradición que nos permita ser respetuosos con nuestro medio ambiente. Que es tanto como decir con nosotros mismos.

Términos cómo reciclaje,  sostenibilidad,  viabilidad,  aprovechamiento de los recursos parecen conceptos muy modernos. Sin embargo, no son más que otra manera de nombrar el sistema de vida que tanto hombres y mujeres llevaban, y continúan llevando, en el medio rural.

No sería justo si no incorporase a la realidad humana del voluntariado del proyecto de Castaño y Nogal,  a todas esas personas naturales de la zona, que abren sus casas y sus corazones a los jóvenes.  Ellas y ellos son uno de los «recursos» más valiosos con los que cuenta la iniciativa.

Todo esto habría sido imposible sin el entusiasmo vehemente de un hombre profundamente generoso. Un aldeano poseído por la fuerza telúrica del Río Donsal y su sendero. Un hombre cosmopolita que sabe que la sabiduría a veces permanece guarecida en las lascas de pizarra de los ericeiros. Antonio Álvarez y su familia, con la matriarca Serafina como motor sereno, hacen posible el milagro anual.

Protecturi ha tenido el honor de vivir esta experiencia. Para nosotros como profesionales de la protección del patrimonio histórico, participar en este tipo de proyectos de manera activa, debería ser un objetivo.

La práctica en entornos diferentes nos aporta nuevos enfoques para ampliar nuestros abordajes profesionales.

Sin lugar a dudas, colaborar en el campo de trabajo de Castaño y Nogal, ha sido un regalo de mi entrañable amigo y cómplice Antonio. Sin lugar a dudas una «experiencia única».

Link a la revista Adsi (pág.12 y 13)

Jesús Alcantarilla.

Presidente de Protecturi.

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