La primavera ha llegado a los bosques del entorno de los Ancares lugueses. Castaños, nogales, robles, abedules, fresnos, olmos, uces, xestas, carqueixas, fulgueiros y prados muestran su verde virginal, fresco, que sugiere serenidad, armonía, vida, fertilidad y esperanza en el  verano que llegará con sus frutos.

Hace ya diez años, la Asociación Castaño y Nogal tuvo la iniciativa de crear una hermosa ruta de senderismo por la ribera del río Donsal, en esta zona en la que he visto  el nacimiento de esta primavera. A través de ella, los amantes de la naturaleza recorrerán placenteramente estos bosques, acompañados del ulular del viento entre el follaje, del murmullo del agua viva que fluye mansamente y, a veces, en ruidosas cascadas, o se remansa en limpias y mudas pozas; en otros momentos, el compañero será el silencio más absoluto. Rodeado de este ambiente el senderista podrá reflexionar en paz, o, sencillamente, dejarse invadir por una naturaleza amable y plácida, y vaciar su mente.

La riqueza de esta ruta senderista se amplía con los restos del Camino Real de Castilla; los molinos de agua, que nos hablarán de cosechas obtenidas con un sacrificado trabajo; las ouriceiras bajo grandes castaños, que evocan el ingenio del campesino para recoger y conservar las castañas. Podrás admirar los primeros signos de modernidad en la zona, a través de los restos de una minicentral eléctrica que proporcionaba una pobre energía eléctrica a una cercana aldea.

Una humilde iglesia nos hablará de la autenticidad del sentimiento religioso y de la austeridad gallega, al tiempo que la quietud y el silencio del cementerio parroquial nos mostrará la serenidad y familiaridad con que el campesino gallego se enfrenta a la muerte.

Las lomas sucesivas que se presentan ante nuestros ojos permiten  al senderista entender el tradicional aislamiento de nuestras aldeas y hasta el carácter individualista de sus habitantes.

El penacho de humo de un hogar, es un signo de resto de vida en el despoblado campo gallego, que rememora leyendas e historias, cuentos y canciones populares, tradiciones y costumbres, transmitidos de generación en generación al calor del fuego de una lareira, en las largas y misteriosas noches del invierno.

Añade a estos sentimientos tu personal forma de entender la naturaleza y vivirás una jornada inolvidable en la Galicia más profunda, a tiro de piedra de una autopista.

Alfonso García

Fuente: Mundiario

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