Huracanes devastadores, horas y horas dedicadas a Paquirrín y a cómo prefiere cortarse un trocito de estómago con poco más de 30 años en lugar de perder peso de forma saludable,  catalanes contra no se sabe qué, el ser o no ser de una mujer que creía a Dalí su padre cuando sus diez y diez las marcó otro, violencia de género, verbal y de otros tipos… Y todo ello es lo normal, es lo de siempre, escenarios que nos resultan familiares y hasta cómodos.

 

Entrega el diploma D.Julio Yebra Pimentel – Magistrado T.S. Justicia de Galicia a Aida Soilán Enríquez – Escritora

 

En este contexto tan ‘normal’ ‘el de siempre’, acabé ayer mi jornada laboral, a las 20.00 de la tarde y, nada más salir, me dirigí directa A Coruña donde me esperaba un compromiso con la directiva de la Asociación Castaño y Nogal. Su presidente Antonio Álvarez me adelantó que me entregarían un diploma por haber colaborado en las actividades del campo de trabajo internacional que organizan cada año en Quintá de Cancelada; para mi no fue ningún esfuerzo puesto que mi labor era hablarles de mi primera novela, Orillas de Ébano. Los voluntarios me esperaron allí el día que fui a visitarles pero, la verdad, el regalo fue para mi, en realidad, yo iba a visitarles a ellos.

Ni mi título de Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tampoco el MBA en Dirección Empresarial, ni ninguno de los que me acreditan en idiomas, marketing… lucían un texto como el que ayer recibí en el diploma que me entregó la Asociación Castaño y Nogal en el que se dirigen a mí con algo que veo difícil superar; Señora de las Tierras de Lugo. Y por si fuera poco, al diploma acompañaba una concha de vieira delicadamente decorada por un octogenario entrañable con un árbol de la vida cuyas  raíces, tronco y frondosas ramas acompañaban a mi nombre junto al de la Asociación y dos corazones. Además de un ramo de rosas blancas y lavanda, todo en un entorno lleno de magia medieval, con cantigas del mismo Alfonso X El Sabio interpretadas por un juglar del siglo XXI, Eloy Vázquez.

Para serles sincera, todo esto me hizo pensar en cuál sería la razón por la cual me sentía sobrepasada por aquel instante en el que me entregaban ese título distinto todos los que había recibido en mi vida, por qué el rubor subía a mis mejillas, me sentía rara…

 

 

No estaba acostumbrada a actitudes de ‘locos’ como Antonio y los demás miembros de la Asociación Castaño y Nogal. Antonio se llama loco así mismo, así siente que lo ven los demás porque quizás es raro demostrar pasión por algo, entrega, capacidad de trabajo y no de engaño; qué extraña actitud es la de ver a una persona que da las gracias, que es consciente del esfuerzo y la entrega del que tiene al lado, de reconocer el talento, de ver almas y de dar oportunidades a corazones anónimos. Locos… De manera inapelable, uno se transforma en aquello que alimenta. Ahora bien, intentar iluminar al mundo, con generosidad, con alegría, con bondad, con honestidad, con valentía, con palabras…. es común pero… Iluminar al mundo, con el ejemplo propio, eso querido Antonio, es cosa de locos.

 

(Post de la escritora Aida Soilán)

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