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 Lugo, 9 de diciembre 2014 (Salón de actos de la Casa do saber)

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Castaño y Nogal es el vínculo entre todos los que nos encontramos en este acto; por lo tanto, prescindo de formalismos y me dirijo a ustedes como “socios y amigos de Castaño y Nogal”.

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El conocimiento de la historia de la propia familia, la empresa en la que trabajamos, la institución de la que formamos parte, el lugar en el que nacimos o la nación a la que pertenecemos, es fundamental para arraigar la propia identidad y el sentido de pertenencia a esa familia, institución, lugar o nación.

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En esta línea se incardina la actividad de Castaño y Nogal: divulgar el conocimiento integral de la cuenca del Donsal, Quintá de Cancelada y otros lugares de la comarca: geografía, paisaje, costumbres, formas de vida, historia, tradiciones, flora o riqueza etnográfica.

Un reposado paseo por los bosques de la cuenca del río Donsal, entre castaños, nogales, robles y abedules, fresnos y olmos, uces, xestas, carqueixas y fulgueiros nos concede la paz necesaria para pensar en aquello que realmente merece la pena o, tal vez, para no pensar y dejar que la naturaleza se adueñe de nosotros; el ulular de un leve viento entre el follaje de esos bosques nos acompañará placenteramente durante el camino; los sabios vecinos del lugar nos darán a conocer sus costumbres, historia, tradiciones, formas de vida y gastronomía; el sendero nos conducirá a los restos del Camino Real que unía estas recónditas tierras con Castilla; los molinos de agua nos hablarán de trabajo y cosechas; las aguas del Donsal arrullarán nuestros pensamientos; las ouriceiras evocan el ingenio del campesino para conservar los frutos cosechados con esfuerzo; una vieja minicentral eléctrica se muestra como el primer signo de modernidad en la zona; el silencio de una humilde iglesia nos recordará la austeridad gallega; la quietud y silencio del cementerio sugiere la serenidad y familiaridad con la que el campesino gallego se enfrenta a la muerte; las lomas que sucesivamente se presentan ante nuestros ojos ofrecerán una visión realista del tradicional aislamiento de lugares y aldeas; el humo de un hogar rememora leyendas e historias, cuentos y canciones populares, tradiciones y costumbres, transmitidos de generación en generación al calor del fuego de una lareira en las largas noches del invierno.

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Mamando de generación en generación el conocimiento de la tierra llegamos a apreciar lo auténtico, lo nuestro; a amar la patria en que nacimos o vivimos y sentir el orgullo de pertenecer a un lugar concreto.

Este recuerdo de lo propio no puede hacernos olvidar que, tras la cadena de lomas y cerros que rodean la comarca, hay otras sociedades que, sintiendo el mismo orgullo por lo suyo que nosotros sentimos por lo nuestro, son también parte integrante de un todo que se enriquece con las aportaciones de cada territorio.

Este sentido identitario y el orgullo de pertenencia facilitan, a su vez, la convivencia en el seno de los distintos ámbitos territoriales, a la par que engrandecen el todo.

Menéndez Pelayo atribuía un alto nivel de influencia en el proceso de decadencia de España, al olvido del valor de lo nuestro y a la aceptación indiscriminada de todo lo procedente del exterior con una cierta actitud de papanatismo y sin analizar ni la calidad de lo que venía de fuera ni su compatibilidad con nuestra historia, idiosincrasia y circunstancias del momento.

Las consecuencias de este desprecio a las tradiciones, decía, nos conducirán a la pérdida de la identidad nacional y cultural y a un cierto desvalimiento ideológico e intelectual. Cada pueblo debería ser fiel depositario del legado identitario recibido de sus antepasados; de lo contrario, peligraría su   razón de ser y hasta la supervivencia[1] de la unidad de España.

Queridos compañeros nuevos miembros de honor de la Asociación Castaño y Nogal, los que ya lo somos os acogemos en la seguridad de que compartimos con vosotros estos sentimientos; nos enriqueceréis con vuestro saber, con vuestro talante, en definitiva, con vuestra propia identidad. Y, nuevos y antiguos, nos enorgullecemos de pertenecer a una Asociación cuyos miembros aman tan intensamente la tierra que les vio nacer a ellos y a sus antepasados.

¡Larga vida para Castaño y Nogal!

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 [1] Menéndez Pelayo y la crisis intelectual de 1898. Antonio Santoveña. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2008.

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