El alumno nunca piensa que su fracaso es el resultado de su falta de esfuerzo. Muchos profesores de secundaria han llegado a la conclusión de que el fracaso procede de la falta de atención de los padres por la vida escolar de su hijo. Los padres piensan que la culpa es de los profesores, que no han sabido motivar y comprender a su hijo. Los inspectores se asustan ante las estadísticas, porque ven que las cosas van mal. A todo esto habría que añadir que nos ha invadido una contracultura familiar, en la que parece que hay un interés malvado para enfrentar a los hijos contra sus padres y los mayores.

Esta crisis del fracaso escolar es más compleja y más profunda que la crisis económica. Para superarla se exigirían unos cambios radicales en la orientación de la legislación sobre la familia y el matrimonio. En los centros de enseñanza tendría que promoverse un ambiente de exigencia.

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