Crónica vivencial en la Ruta Quintá-Río Donsal tras la sequía, el fuego y el abandon
1. El regreso del agua
Después de más de dos meses sin una sola gota, la lluvia volvió a caer torrencialmente sobre Quintá de Cancelada y la Ruta PR-G 159. Fue como un milagro largamente esperado: agua bendita sobre una tierra reseca y herida. El olor a tierra mojada llenó el aire, los troncos oscuros comenzaron a brillar, y los musgos y líquenes, apagados por la sed, recobraron su verde intenso. En pocos minutos, la fraga atlántica se transformó en un santuario de humedad y vida, devolviéndonos un espectáculo que parecía perdido bajo el sol tórrido del verano.
2. El recuerdo del fuego
Pero el bosque no olvida. El verano dejó cicatrices: más de 410.000 hectáreas ardieron en España y más de 130.000 en Galicia. Casas, frutales, prados y árboles nobles quedaron reducidos a cenizas. Cinco vidas humanas se perdieron y muchas otras quedaron marcadas para siempre. Caminando por entornos quemados e incluso en la senda aún se perciben esas huellas: hojas secas prematuras en ramas verdes, insectos que desaparecieron con el calor, arbustos ennegrecidos en los márgenes. El silencio que cubre zonas quemadas y adyacentes no es paz, sino duelo.
3. El bosque autóctono resiste
Y sin embargo, la vida resiste. Nogales cargados de fruto, castaños centenarios y robles robustos siguen alzándose como guardianes del territorio. Con las primeras lluvias, el río Donsal recuperó su canto, deslizándose entre rocas cubiertas de musgo y helechos renacidos. Cada paso por la senda recuerda que la biodiversidad gallega aún tiene fuerza y capacidad de resiliencia, siempre que se la respete y proteja como en la Cuenca del río Donsal.
4. Lo que falta
El agua devuelve vida, pero no basta. El monte necesita prevención integral, planificación forestal seria, cortafuegos reales bien mantenidos y leyes cumplidas. La ausencia de estas medidas convierte cada ola de calor en una sentencia anunciada. La Ruta Quintá-Río Donsal, candidata a Sendero Azul 2026, no es solo un camino homologado: es símbolo de lo que debe cuidarse con rigor y compromiso, porque representa bosque autóctono, agua limpia, patrimonio natural y memoria colectiva.
5. Llamado al futuro
Esta crónica es a la vez un testimonio y una advertencia. El agua que hoy renace en la fraga debe convertirse en compromiso político y social: que Galicia y España dejen de contar cada verano por hectáreas arrasadas, y comiencen a medirlo en bosques vivos, paisajes protegidos y comunidades rurales seguras. La lluvia nos ha recordado que aún hay esperanza. Ahora hace falta voluntad para que esa esperanza se convierta en futuro.
Al margen del cambio climático, que es real y todos lo sabíamos, la conclusión es clara: los verdaderos responsables de tanta superficie arrasada no son incendiarios anónimos, sino cargos, técnicos y administraciones que, día sí y día también, incumplen el deber legal de prevención integral. Y ahora, los más de 8.000 millones de euros en extinción, pérdidas y daños los pagaremos todos los contribuyentes, pero sobre todo quienes lo han perdido todo: los que se quedaron sin casa, sin pastos, sin vida (fallecidos) y, en realidad, todos nosotros, privados de lo más valioso: un bosque vivo, productor de oxígeno y de futuro.
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