Mis vacaciones mentales consisten en observar y escuchar lo que sucede a mi alrededor en la playa.soroya

La instalación de una familia en el arenal resulta cómica. Los sufridos padres, sudorosos, con cara de pocos amigos, tiran de la hamaca, cargan con una silla de lona en cada brazo y con una bolsa para los variados utensilios de juego de los niños; gritan a la prole que se subleva,…, vamos, un sinvivir.

Eventuales deportistas toman la playa y mantienen una frenética actividad: palas -¡ojo, paseante, mantén la atención si quieres conservar tu integridad!-, balón, lancha inflable,… Lo más original que yo he visto es el balón-volea de equipos mixtos -varones y hembras-, todos con idéntico uniforme: en bolas y con visera.

Es una alegría para la vista contemplar el infinito colorido de las toallas: imposible encontrar dos iguales.

¡Ah, los bañadores! Tampoco verás dos iguales, incluso en algunas playas ni los verás – me refiero a las playas nudistas, que yo llamo de pelotaris. Los modelos son variados: para contrarrestar la ley de la gravedad, los que unen lo que otros separan, los que insinúan, los procaces. Tengo para mí que los tangas deben ser incomodísimos, pero no me atrevo a preguntarlo. ¿Vd. que opina? En los varones predominan los clásicos y honestos meybas, sin olvidar los turbo y mini slip, por encima de los cuales sobresalen barrigas cerveceras.

¡Cómo me conmueve ver a las mamás dispensar las cremas a los bebés, delicada y amorosamente!; los matrimonios de la tercera edad lo hacen entre candorosa y caritativamente; las parejitas en edad de merecer y desear, como un ensayo ritual para las aventuras que llegarán – o no- por la noche, si las prisas no llegan antes. También he reparado en la forma en que lo hacen los metrosexuales: de pie, piernas ligeramente abiertas, vergüenzas embutidas en minúsculos receptáculos que yo califico como cajas de bolas, se embadurnan de brillantina y crema de zanahoria, para realzar sus pectorales, bíceps, cuadríceps, abdominales y hasta el esternocleidomastoideo. Las ninfas y valkirias solitarias son un espectáculo: pierna milagrosamente vertical, a dos manos, con lentitud y voluptuosidad; los pechos, con movimientos envolventes y para el final, la retaguardia, una mano en el flanco derecho, la otra en el izquierdo y, de vez en cuando, unos pellizquitos.

Hay vendedores de refrescos, gafas, bolsos, cinturones,..; peluqueras nómadas que hacen trenzas estilo afro y longitud infinita. Lo más novedoso son los masajes sobre la toalla o la hamaca, sector acaparado por chinitas; yo las veo a las diez de la mañana bajar del autobús urbano y dirigirse ordenadamente, en fila india, hacia el sector de playa que cada una tiene asignado por el jefe. De vez en cuando, los Hombres de Harrelson, sobre potentes quads, irrumpen en la playa y toda esta tropilla ambulante sale de naja para no caer en sus manos; la gente suele decantarse a favor de los perseguidos y jalear el éxito de su huída, porque venden los refrescosa un euro cuando en el chiringuito te lo tiran encima de la barra y te cobran tres y puedes lucir un bolso de marca por 30 euros. Y yo digo: en vez de gastar tiempo y dinero en perseguirlos, que no los dejen entrar.

Los niños -una alegría en cualquier familia- son el peligro número uno en la playa; unas veces porque se largan de exploración con los amiguetes y otras porque tienden inocentes trampas en forma de castillos, pozos, túneles y esculturas, que elaboran paciente y concienzudamente; los despreocupados paseantes que observan el paisaje, las niñas monas, el oleaje o la publicidad que arrastra una avioneta, corren el riesgo de caer en esas trampas.

Hablando de artilugios voladores. A las avionetas publicitarias, parapentes con motor, aviones contra-incendios y helicóptero sanitario, se ha unido este año en la Costa del Sol la flota aérea del séquito de la Sra. Obama, incluido un caza de escolta. Hay quien dice que su visita ha promocionado y rehabilitado la Costa del Sol en todo el mundo. No lo entiendo. Los alcaldes y la Junta de Andalucía deberían centrarse de mejorar la calidad de servicios e infraestructuras, profesionalizar la hostelería, vigilar los precios abusivos, etc.

Los tortolitos recién casados y los adolescentes que acaban de estrenar acné y descubrir sus instintos, se vislumbran a distancia, no dejan circular el aire y se refugian en el agua con frecuencia.

Luego están los padres absorbentes, que mantienen a la prole en permanente actividad, con pequeños descansos para hidratarse –hace mucha calor-, tomar un tentempié –el niño está creciendo– y reponer la crema protectora –que lo del ozono es mu peligroso.

Los padres, me refiero a los varones, mantienen el mismo nivel de ansiedad que en período laboral -culos inquietos, como decía mi madre-: colchón inflable, las palas, regañar al niño, discutir con la señora, una nadadita; un respiro para el Marca, viajar al chiringuito con los colegas y ensalzar los cuerpos de las mozas que desfilan ante sus ojos. El viaje suele prolongarse más allá de la prudencia y al regresar, la santa, le pone a pan pedir: tú con los amigotes y yo peleando con los niños, como siempre, ¡me río yo de mis vacaciones!

Una pareja de abuelos me enternece. Acostados plácidamente en sus hamacas, el uno junto al otro, leen; de vez en cuando una simple mirada, una caricia en la mano, lenguaje suficiente para quienes han compartido alegrías y penas a lo largo de una vida. Cuando entornan los ojos rememoran las cosas que ellos hicieron y hacen hoy sus hijos, padres jóvenes; disfrutan de la juventud vivida y de su saludable vejez. De vez en cuando, los nietos les sacan de su abstracción: ¡hola, abuela!; ¿ jugamos a las palabras encadenadas?; ¿hacemos juntos los deberes de vacaciones,?, me apetece un helado,….

Al atardecer, la playa queda vacía, con la sola presencia de los pescadores, que se disponen a pasar la noche bajo las estrellas, y los paseantes solitarios, unos, que no quieren perderse el espectáculo de la puesta del sol, cada día diferente; otros, que contemplan cómo la marea trae y lleva, borra y escribe, quita y pone, destruye y repara todo lo que encuentra a su paso, como sucede en la vida.

Mañana, otras gentes, con las mismas ilusiones, problemas, desengaños, alegrías y nostalgia, volverán a la playa porque de nuevo aparecerá el sol por Levante, el mismo sol de cada día.

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Marbella, agosto de 2010

Fdo: El observador impertinente

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