Verín, Monterrei, Cualedro, Chandrexa de Queixa y otros municipios de Ourense: acta visual del fracaso medioambiental

No ardió solo el bosque. Ardió el territorio. Matorrales, viñedos, huertas, eriales, setos y laderas enteras se convirtieron en combustible. El sur de Ourense —Verín, Monterrei, Cualedro, Chandrexa de Queixa y otros municipios— vivió el agosto más devastador de los últimos años.

Donde antes había robles, castaños, ríos claros y aves, hoy hay ceniza, silencio y ausencia. Las imágenes tomadas por CyN la penúltima semana de septiembre son un acta visual del fracaso ambiental: fortalezas chamuscadas, viñas ennegrecidas, ríos turbios, montes sin horizonte. En pocas horas, el verde se volvió gris.

Los vecinos cuentan temperaturas nunca vistas. Vieron cómo el fuego saltaba de valle en valle, arrastrado por las ‘muxicas’, esas chispas incandescentes que el viento lanza como metralla. La naturaleza ardió sin defensa: sin fajas cortafuegos, sin coordinación, sin reacción.

Las brigadas forestales contratadas como “retenes” en invierno y primavera permanecieron inactivas. Los 19 distritos forestales de la Xunta siguen sin plan de prevención permanente. Los concellos, sin medios. Y Galicia arde —cada verano— porque la prevención se finge y la planificación se posterga.

Francia exige cortafuegos de 100 metros. España, de 50. Galicia apenas llega a 30, cuando existen. No es una fatalidad climática: es una responsabilidad política, técnica y moral. No hay plan integrado de prevención ni una estrategia de especies coherente con el clima que cambia. Cada monte abandonado es una bomba latente.

Las lluvias del otoño apagaron las brasas, pero no el problema. El fuego volverá. Volverá en 2026 y en los años siguientes si todo sigue igual: sin cortafuegos, sin limpieza, sin cultura forestal, sin verdad institucional. La ceniza se disuelve, pero la herida permanece. Miles de hectáreas calcinadas, biodiversidad perdida, aire envenenado, agua contaminada, patrimonio dañado. Y ninguna diligencia abierta en la Fiscalía de Medio Ambiente.

CyN denuncia una vez más la inacción estructural y la pasividad de las instituciones. Lo que arde no es solo el monte: arde la verdad, arde la responsabilidad pública, arde la esperanza de futuro en Galicia. Cada incendio devora siglos de paisaje, cultura, agua y oxígeno. Y eso —como el alma del territorio— no se reforesta.

La lluvia no lava la culpa ni borra la huella del fuego. Solo la conciencia, la justicia y la acción constante podrán evitar que el próximo verano vuelva a ser el mismo infierno.

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