Hemeroteca del 17 octubre, 2025

España entra en el otoño de 2025 con más de 350.000 hectáreas calcinadas, según datos consolidados de MITECO y Copernicus / EFFIS. Galicia, que representa menos del 6 % del territorio nacional, concentra sin embargo casi la mitad (cerca del 50%) de la superficie quemada, con una horquilla entre 170.000 y 210.000 hectáreas, conforme a las estimaciones satelitales y los balances autonómicos más recientes.

Solo en agosto ardieron unas 120.000 ha, y 37.800 ha pertenecían a la Red Natura 2000, el mayor daño ecológico de su historia. Esta divergencia entre cifras oficiales y satelitales evidencia una falta de transparencia estructural y obliga a una auditoría independiente sobre la gestión forestal y preventiva en Galicia.

El TAC del territorio revela la anatomía del fracaso: laderas desnudas, raíces al aire, mosaicos agrarios y forestales arrasados, falta de fajas cortafuegos o meramente simbólicas y discontinuas, planes locales caducados y brigadas reducidas a empleo estacional y/o de retén.

La Ley 3/2007 de prevención de incendios forestales y el DOG de 9 de enero de 2025 obligan a mantener 50 m de franja de gestión de biomasa alrededor de los núcleos rurales, crear redes secundarias municipales y aprobar planes anuales de prevención. Nada de eso se cumple ni se coordina con los ayuntamientos ni con las comunidades de montes.

A mayores, El PLADIGA 2025 de la Consellería de Medio Rural mantiene apariencia de planificación, pero carece de ejecución material, calendario operativo, evaluación y control público. Los recursos se consumen en extinción, no en prevención; los resultados lo certifican: Galicia arde por sistema, sin plan forestal y de prevención de efectivos.

El daño va más allá del bosque: es violación del mandato constitucional, ambiental y moral. El artículo 45 de la Constitución impone el deber de conservar el medio ambiente como garantía de la calidad de vida.

Su incumplimiento reiterado vulnera también las Directivas 92/43/CEE y 2009/147/CE, el Reglamento (UE) 2021/1119 sobre neutralidad climática y la Estrategia Europea de Biodiversidad 2030.

La incomunicación, inacción y descoordinación entre Xunta, MITECO y concellos supone una insumisión institucional frente a la legalidad ambiental europea y a la Carta de Derechos Fundamentales (arts. 37 y 41). El silencio político ante el fuego se convierte en complicidad por omisión.

Diagnóstico

• Galicia sufre una patología crónica de abandono preventivo.
• Las leyes se dictan, pero no se aplican; los presupuestos se aprueban, pero no llegan al monte.
• El suelo se encinera, el agua se contamina, el carbono regresa a la atmósfera y el paisaje pierde memoria, raices y color.
• Los musgos, líquenes, castaños y robles —testigos del tiempo— son los verdaderos denunciantes.
• Lo que arde no es solo biomasa: es biodiversidad, patrimonio y dignidad pública.

Tratamiento y cirugía preventiva

1. Auditoría ecológica, técnica y financiera independiente, con participación universitaria, municipal y ciudadana.
2. Brigadas permanentes todo el año, con planificación territorial, formación professional, medios propios y control de eficiencia.
3. Red de fajas silvícolas funcionales, diseñadas con criterios científicos y paisajísticos, no burocráticos.
4. Rendición de cuentas pública, conforme a los arts. 9.3 y 31.2 de la Constitución y al Reglamento Financiero de la UE.
5. Tipificación del ecocidio en el Código Penal español, por destrucción sistemática del medio natural mediante omisión institucional.

Pronóstico

• Sin cirugía preventiva inmediata, Galicia repetirá cada verano el mismo diagnóstico: fuego, erosión, despoblación, silencio, daños, ambientales, patrimoniales, culturales y humanos.

• Cada hectárea calcinada es una hemorragia ambiental que el clima agrava y la política niega.

CyN denuncia, una vez más, la violación de la Constitución, del derecho europeo y del deber moral de proteger la vida, reafirmando su compromiso con la verdad, la prevención y la justicia ambiental ante la Fiscalía de Medio Ambiente, la Comisión Europea y las Naciones Unidas. Porque lo que el fuego destruye no son solo montes: es el contrato social con la naturaleza y con el oxígeno que respiramos.

Fuentes de verificación: Copernicus / EFFIS (oct. 2025) · MITECO – EGIF (Informe 2025) · DOG 09 / 01 / 25 · Ley 3 / 2007 de Galicia · Constitución Española (arts. 9.3, 31.2 y 45) · Directivas 92 / 43 CEE y 2009 / 147 CE · Reglamento (UE) 2021 / 1119 · Consello de Contas (2023) y archivos de CyN.

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Verín, Monterrei, Cualedro, Chandrexa de Queixa y otros municipios de Ourense: acta visual del fracaso medioambiental

No ardió solo el bosque. Ardió el territorio. Matorrales, viñedos, huertas, eriales, setos y laderas enteras se convirtieron en combustible. El sur de Ourense —Verín, Monterrei, Cualedro, Chandrexa de Queixa y otros municipios— vivió el agosto más devastador de los últimos años.

Donde antes había robles, castaños, ríos claros y aves, hoy hay ceniza, silencio y ausencia. Las imágenes tomadas por CyN la penúltima semana de septiembre son un acta visual del fracaso ambiental: fortalezas chamuscadas, viñas ennegrecidas, ríos turbios, montes sin horizonte. En pocas horas, el verde se volvió gris.

Los vecinos cuentan temperaturas nunca vistas. Vieron cómo el fuego saltaba de valle en valle, arrastrado por las ‘muxicas’, esas chispas incandescentes que el viento lanza como metralla. La naturaleza ardió sin defensa: sin fajas cortafuegos, sin coordinación, sin reacción.

Las brigadas forestales contratadas como “retenes” en invierno y primavera permanecieron inactivas. Los 19 distritos forestales de la Xunta siguen sin plan de prevención permanente. Los concellos, sin medios. Y Galicia arde —cada verano— porque la prevención se finge y la planificación se posterga.

Francia exige cortafuegos de 100 metros. España, de 50. Galicia apenas llega a 30, cuando existen. No es una fatalidad climática: es una responsabilidad política, técnica y moral. No hay plan integrado de prevención ni una estrategia de especies coherente con el clima que cambia. Cada monte abandonado es una bomba latente.

Las lluvias del otoño apagaron las brasas, pero no el problema. El fuego volverá. Volverá en 2026 y en los años siguientes si todo sigue igual: sin cortafuegos, sin limpieza, sin cultura forestal, sin verdad institucional. La ceniza se disuelve, pero la herida permanece. Miles de hectáreas calcinadas, biodiversidad perdida, aire envenenado, agua contaminada, patrimonio dañado. Y ninguna diligencia abierta en la Fiscalía de Medio Ambiente.

CyN denuncia una vez más la inacción estructural y la pasividad de las instituciones. Lo que arde no es solo el monte: arde la verdad, arde la responsabilidad pública, arde la esperanza de futuro en Galicia. Cada incendio devora siglos de paisaje, cultura, agua y oxígeno. Y eso —como el alma del territorio— no se reforesta.

La lluvia no lava la culpa ni borra la huella del fuego. Solo la conciencia, la justicia y la acción constante podrán evitar que el próximo verano vuelva a ser el mismo infierno.

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