El dicho le llegó la hora de las alabanzas, no se ha cumplido en la muerte del Padre Espiña, porque no se ha manifestado la hipocresía de atribuir cualidades y valores al difunto, que la mezquindad no supo reconocer en vida. Tras su muerte, crítica y afecto se han repartido a partes iguales.

Creo que Don Manuel Espiña ha recibido igual trato que otros discutidos sacerdotes -los jesuitas padres Díez-Alegría y Llanos, por ejemplo. Unos utilizaron su bondad y buena fe en beneficio de ideas partidarias concretas y como bandera enarbolada ante adversarios políticos, religiosos e ideológicos. Otros censuraron su pensamiento y actuaciones por considerarlos impropios de un sacerdote, distanciado de la jerarquía y de la ortodoxia oficial.sembrar-con-amor1

Recuerdo una entrevista radiofónica realizada al Padre Llanos poco antes de morir, en la que percibí en él un sentimiento de pesar, consciente de que había sido utilizado por algunos a lo largo de su vida.

Si bien hay que admitir que las opiniones encontradas se ciernen sobre ciertos personajes durante toda su vida, resulta triste que, tras su desaparición, sigan siendo tratados de forma fría, despiadada e interesada. He sentido pena al leer estas palabras escritas por un ferviente cristiano, referidas a Don Manuel Espiña: … muerto fracasado…. Ya apenas queda nada de lo que intentó sembrar.

Sin embargo, El Dios que invocan quienes le siguen criticando y el Dios al que él siguió, es el mismo, el mismo que el de todos los cristianos: Jesús, el Dios hecho hombre del Evangelio.

Conocí al Padre Espiña, pero no tuve trato frecuente con él; mi opinión procede, pues, de conversaciones con algún amigo común: sencillo, humano, humilde, dialogante, solidario, próximo a la juventud y al mundo de la emigración, con profundas raíces culturales gallegas, crítico con lo que él consideraba injusto, profundamente esperanzado con el espíritu del Concilio Vaticano II.

Naturalmente, por su condición de ser humano, habrá incurrido en errores y aceptado compañeros de viajes oportunistas e interesados, pero no le podremos negar, como dice mi amigo Cándido, una permanente e itinerante búsqueda de La Verdad, para mejor servir a los demás en cada situación con una actitud cristiana sincera.

Paz para el Padre Espiña, tolerancia para quienes se han ensañado con él y perdón para quienes le utilizaron.

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