El próximo día 20 entrará en su segundo centenario de vida el médico Rafael Fernández Obanza, Felucho para familiares y amigos.medicogrande1

Desde el año 1932 ha ejercido la medicina de forma ininterrumpida durante más de setenta años; y todavía da opinión a quien se la pide, porque se mantiene al día con la lectura de revistas especializadas.

Biznieto, nieto, hijo, hermano, sobrino, primo y tío de médicos. Espíritu humilde y sencillo, humanista, lúcido e inteligente, vocacional, afable – aunque algunas veces algo cascarrabias- y… coruñés, tan coruñés que renunció a otros objetivos profesionales fuera de su ciudad.

Memoria viva y lúcida de la ciudad. Él me ha contado mil y una anécdotas sobre personajes coruñeses: Don Pedro Barrié, el gimnasio de Federico Calvet en Los Olmos, las meriendas de su tío Fernando en Lhardy; las andanzas de la mendiga La Zamorana, Marcelino El Gentleman y Manolita la del relleno, su Colegio de Los Maristas en las inmediaciones de Puerta Real,…

Pero por encima de todo Felucho es médico que ejerce su profesión bajo la doble vertiente de ciencia y arte, con el valor añadido de su profundo sentido humanista.

Se declara admirador y seguidor de Don Gregorio Marañón y del Dr. Jiménez Díaz, cuyos principios ha tratado de tener presentes a lo largo de su vida profesional. Sus herramientas fundamentales han sido: observar, escuchar, conversar, comprender. Esta actitud ante la medicina, humaniza su ejercicio porque concentra la atención del médico en personas enfermas y no en enfermedades.

Felucho ha tratado de ser fiel a su maestro Marañón, en busca siempre de un adecuado equilibrio entre ser actor y espectador. Ha ejercido la medicina como una profesión llena de simplicidad y humanidad, exenta de dogmatismos y de la presunción de que nuestra verdad sea la verdad inconcusa.

Dicen que a Marañón le preguntaron cual era la mejor herramienta al servicio de la medicina y respondió: la silla. Chillida, en el monumento erigido en su Cigarral de Toledo, simbolizó su vida bajo la forma de una butaca.

Reivindico para Felucho no una butaca como la que recuerda a Marañón en su Cigarral -porque su sencillez y modestia no lo consentirían-, pero sí una sencilla silla, símbolo de su saber escuchar al hombre enfermo que acudía en busca de solución.

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